por Stacy Francis, CFP®, CDFA
En la última entrada, un correo electrónico que recibí inspiró un debate sobre el análisis fundamental de valores. Esta entrada trata de su contrapartida, el análisis técnico.
Según el análisis técnico, el valor está realmente en los ojos del que mira. En lugar de prestar atención al valor contable de una empresa, los inversores técnicos definen el valor de una empresa como lo que la gente está dispuesta a pagar por ella. Por tanto, los inversores técnicos dedican tanto tiempo a analizar los gráficos como los inversores fundamentales a examinar los balances y las cuentas de resultados. Según el análisis técnico, los precios de las acciones tienden a seguir ciertos patrones, algunos a largo plazo y otros a más corto plazo. El precio de una determinada acción puede seguir una tendencia alcista a corto plazo, aunque su tendencia general sea bajista. Por tanto, si los gráficos son correctos, una acción que cotiza diez veces por encima de su capitalización bursátil puede ser una buena compra.
Es imposible decir cuál de los dos funciona mejor. Hay inversores que ganan miles de millones con cualquiera de los dos métodos, e inversores que pierden todo lo que poseen. Lo que puedo decir, sin embargo, es que el problema con cualquiera de los dos tipos de análisis es que asumen que los inversores piensan y actúan racionalmente. Si los activos de una empresa valen una determinada cantidad, los inversores fundamentales confían en que ese será el precio que finalmente se establezca. Del mismo modo, si el precio de una acción supera un determinado punto de resistencia, los inversores técnicos casi dan por sentado que va a subir durante un tiempo. El problema es que, como sabe, la mayoría de las personas no son racionales, especialmente en el mercado de valores. Por lo tanto, es extremadamente difícil predecir su comportamiento; qué les hace comprar o vender una acción y cuándo. Así pues, aunque ambas técnicas aportan información valiosa, es importante no tomarlas demasiado al pie de la letra.

