por Stacy Francis, CFP®, CDFA
Anoche, mi hermano y yo hablamos largo y tendido sobre independencia financiera, mientras degustábamos una deliciosa Crème Brûlée. ¡Me di cuenta de lo mucho que ambos tienen en común! Tanto el postre como el concepto son cosas que todos anhelan, pero muy pocos tienen ni idea de cómo lograrlas. Aun así, la teoría detrás de la independencia financiera es muy fácil de entender. En pocas palabras, eres financieramente independiente cuando los ingresos de tus inversiones igualan o superan tus gastos, de modo que no tienes que trabajar para vivir. Por ejemplo, si tus gastos anuales suman $25,000 y el rendimiento promedio de tu cartera es de 10% al año, entonces necesitas al menos $250,000 en valores para ser financieramente independiente.
Suena genial, pero ¿cómo lo logro? Bueno, para empezar, se trata de la diferencia entre lo que ganas y lo que gastas. Puedes invertir esa diferencia, y cada dólar que reserves te acerca un paso más a la vida que deseas.
Si la diferencia entre tus ingresos y tus gastos es demasiado pequeña, hay dos maneras de solucionarlo. La primera es ganar más dinero. ¿Puedes pedirle a tu jefe más responsabilidades? ¿Cambiarte de empresa, una que pague mejor? ¿Ampliar tu negocio o conseguir más clientes?
La segunda manera es gastar menos dinero. Lleva un diario de gastos hasta que sientas que sabes adónde va tu dinero. Luego, siéntate y elimina todo lo que realmente no necesitas y que te impide alcanzar la independencia que deseas. Sé implacable y lo agradecerás más adelante.
Otro aspecto importante a tener en cuenta es que cuanto más económico sea tu nivel de vida, menos capital necesitarás para ser financieramente independiente. Una cuota mensual de $300 para el auto se traduce en $3,600 al año, o $36,000 adicionales que necesitas ahorrar antes de poder dejar tu trabajo. Cuando tengas claro qué es lo que más te importa, podrás organizar tu vida y tus finanzas en consecuencia.

