En la cuerda floja del cambio: Cuando la virtud se convierte en vicio

Por: Laura Berger

Antes de que Glen y yo nos mudáramos a Costa Rica en 2006, me llamaban "Laura Estructurada". Progresaba en el ámbito empresarial. Así que, cuando partimos hacia Centroamérica, pensé: "¡Si logro triunfar en el dinámico centro de Chicago, el paraíso será pan comido!". Sin embargo, me preparé para el viaje con lo que mejor sé hacer: leí todas las guías turísticas que pude conseguir, investigué a fondo y elaboré una meticulosa lista diaria de tareas para completar el "proyecto" de instalarme lo más rápido posible.

Para mi consternación, me encontré con un montón de sorpresas. Por nombrar solo un par, los bichos eran del tamaño de platos de té y más reptantes de lo que pensaba, y los aguaceros no se parecían a nada que hubiera visto antes. Pero la sorpresa más desconcertante fue el estilo de vida tranquilo y despreocupado de los lugareños, llamados ticos. Enseguida me di cuenta de que las selvas no están hechas para tipos rígidos e inflexibles como yo. Hay que estar preparado para cualquier cosa y dejarse llevar por las desventuras. Y cuanto más clamaba por el control, más se descontrolaba mi vida. Entonces, un día, las cosas se pusieron tan mal que decidí que dejarme llevar y perder el control no podía ser peor.

Mi mantra se convirtió en "Déjalo ir". Al darme cuenta de que las mismas tendencias que me habían ayudado a progresar en el mundo empresarial ahora me estaban frenando, adopté una mentalidad más flexible y fluida. Tuve que cambiar de rumbo para evitar que mis virtudes se convirtieran en vicios.

No solo un simple cambio de entorno o circunstancia puede obligarnos a examinar si nuestras virtudes nos benefician o nos perjudican. A veces, el estrés del día a día puede crear una tormenta de polvo que nubla nuestra conexión con ellas y distorsiona su manifestación en la vida diaria. En otros casos, una de nuestras virtudes podría ser, en realidad, un vicio.

La humildad, por ejemplo, está a un paso de la inseguridad o la inseguridad, y, si no tenemos cuidado, puede transformarse en resignación. Piensa en un empleado que siempre atribuye sus éxitos a otros compañeros o que se queda callado en lugar de celebrar sus triunfos en un proyecto importante. Quienes permanecen demasiado callados o demasiado resignados pueden perder oportunidades de crecimiento personal o profesional. Si consideras la humildad una de tus virtudes, recuerda que reconocer y celebrar tus victorias no es lo mismo que presumir de ellas, y ten confianza en tu decisión de perseguir tus objetivos.

Por otro lado, la pasión, aunque beneficiosa en algunos entornos, puede obstaculizar a otros y comprometer las relaciones si no se controla. Si eres un defensor entusiasta de una causa humanitaria, una ideología política o incluso de tu propia carrera, reconoce la impresión que transmites al expresar tus opiniones. Ahora bien, esto no significa que nunca debas expresar tus puntos de vista. De hecho, hablar abiertamente sobre lo que es moralmente correcto siempre es admirable. Sin embargo, una cosa es oponerse objetivamente al sexismo o al racismo, por ejemplo, y otra muy distinta es hablar de política en una conferencia telefónica. Dicho esto, incluso en una situación donde se acepta el debate (por ejemplo, en una cena con amigos), no dejes que tu pasión eclipse la compasión y la decencia humana. Simplemente encuentra un equilibrio entre expresar tu propia perspectiva y permitir que quienes te rodean hagan lo mismo.

Por último, la visión de futuro, aunque muy efectiva en entornos laborales desafiantes, puede derivar en exceso de planificación y rigidez, como me ocurrió en Costa Rica. Si bien las personas suelen planificar y programar sus vidas para tener el control, el control que realmente tenemos es bastante limitado. Como resultado, estas virtudes pueden fomentar la ansiedad, en lugar de aliviarla. Si bien programar, priorizar y planificar meticulosamente las tareas puede ser útil en el trabajo, intentar mantener esa estructura en casa, con la pareja o los hijos, o de vacaciones, puede frenar la espontaneidad y la alegría que surge de simplemente disfrutar del momento presente.

Si bien la flexibilidad fue lo que me salvó en Costa Rica, abrazar la versatilidad puede ayudarte sin importar la virtud o el vicio con el que te enfrentes. Pero se trata de algo más que simplemente dejarse llevar. Se trata de adaptar tus pensamientos y acciones a la situación. Esto requiere ser consciente de ti mismo, de las personas que te rodean y de tus circunstancias.

Ahora que conoces el potencial lado oscuro de algunas virtudes clave, ¿cómo puedes canalizarlas correctamente? Reflexiona sobre ti mismo con regularidad, ya sea meditando, escribiendo en un diario o simplemente tomando un momento de reflexión. Pregúntate si lo que haces, cómo lo haces y por qué sigue siendo útil. Si la respuesta es no, recuerda que al liberar una forma de ser que ya no te sirve, creas espacio para algo nuevo, algo mejor. Al fin y al cabo, la versatilidad aporta un gran valor a tu vida. Tu capacidad para adaptarte a diferentes situaciones te beneficiará sin importar dónde trabajes, a qué te dediques o en quién quieras convertirte.

Este artículo apareció originalmente en www.psychologytoday.com



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Presentada en ABC News, CNBC, Yahoo Finance, Redbook, Self y Miami Herald, Laura Berger es coach ejecutiva certificada y cofundadora del Grupo Berdeo. Entre sus clientes figuran directivos de JP Morgan Chase, The Walt Disney World Company, Financial Solutions Advisory Group y Big Brothers Big Sisters. Es coautora de dos libros: Fall in Love Again Every Day y Radical Sabbatical.

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